Una característica que comparten las últimas películas estadounidenses sobre la guerra en el Medio Oriente es la visión crítica y problematizadora del conflicto. Estoy pensando en películas como “The hurt lucker” (2008) de la directora Kathryn Bigelow o en “Jarhead” (2005) del inglés Sam Mendes. Aunque se podrían mencionar muchas más me quedo con estas dos porque son representativas de aquella forma de ver las cosas a la que parece responder la película "The A-Team", dirigida por Joel Caranahan. Tanto en "The hurt lucker" como en "Jarhead" los protagonistas son sujetos escindidos, obligados a huir hacia adelante para poder afrontar el horror de la guerra. Son jóvenes reclutas a los que el infierno de la guerra trastorna de tal forma que ya no pueden volver a la misma vida civil de antes. De hecho, el sargento William James (Jeremy Renner) de “The hurt lucker”, no puede aceptar el reto que significa reinventarse por completo para poder volver a vivir con su familia en EE.UU. y decide retornar a Irak, a pesar de no estar obligado a hacerlo. La cinta de Caranahan, en cambio, va en dirección contraria a estas dos películas. Por esta razón, una de las primeras cosas que queda en claro al inicio de la película es que, a diferencia del Anthony Swofford (Jake Gyllenhaal) de “Jarhead” y del sargento William James, los miembros de “The A-Team” no son reclutas sin vocación buscando respuestas en medio del infierno, los A-Team son “verdaderos soldados”, lo dice en algún momento de la película Jhon “Hannibal” Smith (Liam Neeson) y, de hecho, “Hannibal” parece hacer una clara alusión a las dos películas que acabo de mencionar cuando, refiriéndose a un pelotón de manera despectiva, lo llama “un montón de engreídos locos por disparar”.A diferencia de los reclutas inseguros y engreídos, los muchachos de "Hannibal" son un equipo conformado por soldados con temple de acero y sin miedo a la muerte. No cuestionan sus ordenes ni la validez de las razones que justifican el conflicto, están ahí porque son los mejores, ellos lo saben, y hacen lo que tienen que hacer. Mientras Anthony Swofford luchaba por mantener la cordura en medio del desierto y mataba el tiempo con exageradas demostraciones de hombría, Templeton "Faceman" Peck (Bradley Cooper) no pierde la sonrisa mientras aprovecha el sol irakí para broncearse y H. M. Murdock (Sharlto Coopley) hace una parrillada con carbón y pólvora.
Podría acusarse a la película de conservadora, de presentar personajes unidimensionales, de invisibilizar los conflictos internos de los protagonistas, el horror de la guerra y las pugnas dentro del grupo (la eterna rivalidad entre el capitán H.M. Murdock y el sargento B.A. Baracus (Quinton Jackson) es reemplazada por una relación complementaria y hasta cariñosa). Pero se estaría siendo injusto.
La película, fiel al estilo de la serie de los ochenta, se deleita y se construye a partir de las desmesuradas escenas de acción, las inverosímiles fugas y, sobretodo, a la sangre fría y el sentido del humor que los protagonistas no pierden ni cuando están jugándose la vida en un tiroteo o surcando los aires en un tanque de guerra sostenido por dos precarios paracaídas y son abaleados por aviones teledirigidos. La película apuesta por el puro entretenimiento, no busca problematizar o ahondar en ningún aspecto (¿Cuándo un "blockbuster" lo ha hecho?), salvo el pequeño paso de B.A. Baracus por un supuesto pacifismo que se limita a una cita de Ghandi y que termina cuando “Hannibal” le responde con otra cita del mismo Ghandi. Dicho “conflicto interno” de Baracus, resulta tan superficial y fingido que termina siendo ridículo, la película no habría perdido nada si se obviaba este incidente, al contrario, habría ganado.
Es partiendo de esta premisa que uno debe sentarse y disfrutar de la película. Quienes crecimos con “Los magníficos” teníamos claro de qué se trataba y, por eso, la película no decepciona en ningún momento. Solo me permito hacerle una crítica muy puntual: haber maltratado de manera tan artera al actor del elenco original Dirk Benedict.