jueves, 1 de junio de 2017

POR LOS VIEJOS TIEMPOS (Peter Curita Gutarra Chavez)

Leí hace un par de días una cita de Mircea Cartarescu (escritor del que jamás había oído en mi vida) que un amigo publicó en Facebook. La cita es la siguiente : "En la adolescencia, acurrucado en la cama, solía leer algunas veces desde la mañana hasta la noche, se me olvidaba comer y casi respirar porque las páginas [...] describían a gente de verdad, nubes de verdad, ciudades de verdad, pero cuando levantaba los ojos, no veía más que sombras desoladoras. Me daba cuenta de que anochecía solo cuando las páginas se volvían rojas como el fuego antes de tornarse cenicientas. El drama de mi vida empezó después, cuando en vez del Libro me vi obligado a vivir la realidad". El fragmento pertenece al libro "El ojo castaño de nuestro amor".

Por esos días, yo leía 2666 y la cita de Cartarescu inmediatamente me recordó un pasaje de la novela de Bolaño: "Entonces Pelletier pudo recordar el día en que leyó por primera vez a Archimboldi y se vio a sí mismo, joven y pobre, viviendo en una chambre de bonne, compartiendo el lavamanos, en donde se lavaba la cara y los dientes, con otras quince personas que habitaban la oscura buhardilla, cagando en un horrible y poco higiénico baño que nada tenía de baño sino más bien de retrete o pozo séptico [...] Se vio, como queda dicho, a sí mismo, ascético e inclinado sobre sus diccionarios alemanes, iluminado por una débil bombilla, flaco y recalcitrante, como si todo él fuera voluntad hecha carne, huesos y músculos, nada de grasa, fanático y decidido a llegar a buen puerto, en fin, una imagen bastante normal de estudiante en la capital pero que obró en él como una droga, una droga que lo hizo llorar, una droga que abrió, como dijo un cursi poeta holandés del siglo XIX, las esclusas de la emoción [...] y que tras una larga noche tal vez inútil forzó en su mente dos conclusiones: la primera, que la vida tal como la había vivido hasta entonces se había acabado; la segunda, que una brillante carrera se abría delante de él y que para que ésta no perdiera el brillo debía conservar, como único recuerdo de aquella buhardilla, su voluntad. La tarea no le pareció difícil."

No sé bien qué puedan tener en común ambos fragmentos, salvo el hecho de que ambos tienen como protagonistas a sendos jóvenes amantes de la lectura. Uno de ellos es un joven ensimismado que se refugia en los libros; el otro, un intelectual que acude a los libros con toda la voluntad de que es capaz con el objetivo no de huir de la realidad, sino de superar su difícil situación gracias a ellos.

Por alguna razón, que no logro explicarme ahora, estos dos personajes me recuerdan mi propia vida y la de mis amigos. Quizás porque nosotros también fuimos desde jóvenes ensimismados y aficionados a la lectura. Nos veo a nosotros mismos antes de cumplir 20 años, tan jóvenes y tan inocentes, disfrutando de nuestra amistad, nuestras lecturas y el alcohol, como si creyéramos o quisiéramos creer que nada nunca iba a cambiar. Y aunque sospechábamos que no era así, no podíamos tener ni la más mínima idea de lo que nos esperaba en los siguientes años, no podíamos ni siquiera intuir los impensados senderos por los que nos iríamos alejando unos de otros.

Hoy, más de una década después, con cada uno de nosotros viviendo una vida tan distinta, aún nos mantenemos en contacto y hay ocasiones en que nos reunimos y, tras ingentes cantidades de botellas de cerveza, podemos atisbar un poco de aquello que alguna vez sentimos una vez a los 20 años. No es lo mismo, claro, pero se parece y, a veces, eso es suficiente.
  
Pero luego nos despedimos y cada uno debe retomar su vida y lidiar con la resaca del día siguiente de la mejor manera que pueda. Es en esos momentos en los que, al menos yo, me sumo en una tristeza insoportable, una sensación de soledad y nostalgia que me asfixia y no me deja respirar. Muchas veces, esa sensación me dura varios días, como ahora que escribo esto.

Sin embargo, es muy grato conversar con algún amigo y que en esa conversación uno sienta que a pesar de la distancia, de los años, de los caminos, a pesar de todo el horror vivido, todavía podemos sentir que esa voz amiga nos comprende y nos alienta a seguir, aunque solo sea contándonos sus propios problemas: "Pasan los años y no me veo bien todavia. A veces me siento solo. Mi tesis, el inglés, el negocio decae ... y sigo pensando en la rubia jajaja ta q pendejo!"

Y entonces uno se siente rescatado del espanto. Lo que me recuerda un diálogo de la película "Stand up guys" de Fisher Stevens. Tras reencontrarse luego de 28 años, Valentine (Al Pacino) y Doc (Christopher Walken) -viejos, cansados y con el tiempo agotándoseles- deciden rescatar a su viejo amigo Hirsch (Alan Arkin), que vive internado en un asilo desde que su esposa falleció. Al llegar, encuentran a una anciana sentada en una silla de ruedas y se produce el siguiente diálogo:

- Hey, excuse me
- Yeah? 
- Would you happen to know where Richard Hirsch's room is?
- I like Hirsch. Are you his friends?
- Yeah, the best
- His room is... down at the end of the hall, and to your left
- Thanks a bunch
- Hey, excuse me.
- Yeah?
Would you happen to know
where Richard Hirsch's room is?
- I like Hirsch. Are you his friends?
- Yeah, the best.
His room is...
down at the end of the hall,
and to your left.
Thanks a bunch.

Read more: http://www.springfieldspringfield.co.uk/movie_script.php?movie=stand-up-guys
- Hey, are you here to rescue him?
- How'd you know?
- I wish somebody would come and rescue me
- We all do, honey