Leí hace un par de días una cita de Mircea Cartarescu
(escritor del que jamás había oído en mi vida) que un amigo publicó en
Facebook. La cita es la siguiente : "En la adolescencia, acurrucado en la
cama, solía leer algunas veces desde la mañana hasta la noche, se me olvidaba
comer y casi respirar porque las páginas [...] describían a gente de verdad,
nubes de verdad, ciudades de verdad, pero cuando levantaba los ojos, no veía
más que sombras desoladoras. Me daba cuenta de que anochecía solo cuando las páginas
se volvían rojas como el fuego antes de tornarse cenicientas. El drama de mi
vida empezó después, cuando en vez del Libro me vi obligado a vivir la
realidad". El fragmento pertenece al libro "El ojo castaño de nuestro
amor".
Por esos días, yo leía 2666 y la cita de Cartarescu
inmediatamente me recordó un pasaje de la novela de Bolaño: "Entonces
Pelletier pudo recordar el día en que leyó por primera vez a Archimboldi y se
vio a sí mismo, joven y pobre, viviendo en una chambre de bonne, compartiendo el lavamanos, en donde se lavaba la
cara y los dientes, con otras quince personas que habitaban la oscura
buhardilla, cagando en un horrible y poco higiénico baño que nada tenía de baño
sino más bien de retrete o pozo séptico [...] Se vio, como queda dicho, a sí
mismo, ascético e inclinado sobre sus diccionarios alemanes, iluminado por una
débil bombilla, flaco y recalcitrante, como si todo él fuera voluntad hecha
carne, huesos y músculos, nada de grasa, fanático y decidido a llegar a buen
puerto, en fin, una imagen bastante normal de estudiante en la capital pero que
obró en él como una droga, una droga que lo hizo llorar, una droga que abrió,
como dijo un cursi poeta holandés del siglo XIX, las esclusas de la emoción
[...] y que tras una larga noche tal vez inútil forzó en su mente dos
conclusiones: la primera, que la vida tal como la había vivido hasta entonces
se había acabado; la segunda, que una brillante carrera se abría delante de él
y que para que ésta no perdiera el brillo debía conservar, como único recuerdo
de aquella buhardilla, su voluntad. La tarea no le pareció difícil."
No sé bien qué puedan tener en común ambos fragmentos, salvo
el hecho de que ambos tienen como protagonistas a sendos jóvenes amantes de la
lectura. Uno de ellos es un joven ensimismado que se refugia en los libros; el
otro, un intelectual que acude a los libros con toda la voluntad de que es
capaz con el objetivo no de huir de la realidad, sino de superar su difícil
situación gracias a ellos.
Por alguna razón, que no logro explicarme ahora, estos dos
personajes me recuerdan mi propia vida y la de mis amigos. Quizás porque nosotros también fuimos desde jóvenes ensimismados y aficionados a la lectura. Nos veo a nosotros
mismos antes de cumplir 20 años, tan jóvenes y tan inocentes, disfrutando de
nuestra amistad, nuestras lecturas y el alcohol, como si creyéramos o quisiéramos creer que nada
nunca iba a cambiar. Y aunque sospechábamos que no era así, no podíamos tener
ni la más mínima idea de lo que nos esperaba en los siguientes años, no podíamos
ni siquiera intuir los impensados senderos por los que nos iríamos alejando
unos de otros.
Hoy, más de una década después, con cada uno de nosotros
viviendo una vida tan distinta, aún nos mantenemos en contacto y hay ocasiones
en que nos reunimos y, tras ingentes cantidades de botellas de cerveza, podemos
atisbar un poco de aquello que alguna vez sentimos una vez a los 20 años. No es
lo mismo, claro, pero se parece y, a veces, eso es suficiente.
Pero luego nos despedimos y cada uno debe retomar su vida y
lidiar con la resaca del día siguiente de la mejor manera que pueda. Es en esos
momentos en los que, al menos yo, me sumo en una tristeza insoportable, una
sensación de soledad y nostalgia que me asfixia y no me deja respirar. Muchas
veces, esa sensación me dura varios días, como ahora que escribo esto.
Sin embargo, es muy grato conversar con algún amigo y que en
esa conversación uno sienta que a pesar de la distancia, de los años, de los
caminos, a pesar de todo el horror vivido, todavía podemos sentir que esa voz
amiga nos comprende y nos alienta a seguir, aunque solo sea contándonos sus
propios problemas: "Pasan los años y no me veo bien todavia. A veces me
siento solo. Mi tesis, el inglés, el negocio decae ... y sigo pensando en la
rubia jajaja ta q pendejo!"
Y entonces uno se siente rescatado del espanto. Lo que me
recuerda un diálogo de la película "Stand up guys" de Fisher Stevens. Tras reencontrarse luego de 28 años, Valentine (Al Pacino) y Doc (Christopher Walken) -viejos, cansados y con el tiempo agotándoseles- deciden rescatar a su viejo amigo Hirsch (Alan Arkin), que vive internado en un asilo desde que su esposa
falleció. Al llegar, encuentran a una anciana sentada en una silla de ruedas y se produce el siguiente diálogo:
- Hey, excuse me
- Yeah?
- Would you happen to know where Richard Hirsch's room is?
- I like Hirsch. Are you his friends?
- Yeah, the best
- His room is... down at the end of the hall, and to your left
- Thanks a bunch
- Hey, excuse me
- Yeah?
- Would you happen to know where Richard Hirsch's room is?
- I like Hirsch. Are you his friends?
- Yeah, the best
- His room is... down at the end of the hall, and to your left
- Thanks a bunch
- Hey, excuse me. - Yeah? Would you happen to know where Richard Hirsch's room is? - I like Hirsch. Are you his friends? - Yeah, the best. His room is... down at the end of the hall, and to your left. Thanks a bunch. Read more: http://www.springfieldspringfield.co.uk/movie_script.php?movie=stand-up-guys- Hey, are you here to rescue him?
- How'd you know?
- I wish somebody would come and rescue me
- We all do, honey
