lunes, 3 de diciembre de 2018

LO QUE HACEN LOS AMIGOS (William Arrunátegui Toscano)

A la memoria de mi amigo Jerry Christian Vila Ortega

“La guerra no tiene rostro de mujer” de Svetlana Alexiévich es un libro lleno de pasajes impresionantes e inolvidables. Mientras uno va pasando las páginas del libro conocemos la historia de decenas de mujeres que pelearon durante la Segunda Guerra Mundial. Nos vamos enterando de proezas físicas inverosímiles, actos de generosidad o de valentía que, muy fácilmente, podrían conducirnos a aquello que el filósofo Slavoj Žižek llamaría “ilusión fetichista”, es decir, podríamos sentirnos tentados a pensar que las mujeres, cuyas voces recoge el libro, son mujeres excepcionales, elegidas, mujeres que habían sido tocadas por el destino para convertirse en heroínas, pues aquello que hicieron no lo habríamos podido hacer nosotros.

Sin embargo, Alexiévich se encarga, una y otra vez, de quebrar esa ilusión, de recordarnos que estamos leyendo testimonios de personas que no fueron elegidas o predestinadas para la grandeza, sino mujeres ordinarias que actuaron de manera extraordinaria. Surge, entonces, la pregunta ¿si no eran excepcionales, qué las hizo actuar de esa manera?

De entre los muchos fragmentos que podría citar del libro, me quedo con el relato de la enfermera Anna Ivánovna Beliái:

 “El bombardeo… Bombardeaban, bombardeaban, bombardeaban. Todos echaron a correr… Yo también. Corría y oía un gimoteo: ‘Ayuda… Ayuda…’. Pero continué corriendo… Al poco empecé a darme cuenta de algo, noté el bolso sanitario colgando de mi hombro. Y la vergüenza. ¡El miedo desapareció! Me di la vuelta y regresé corriendo: había un soldado herido, gimiendo. Le vendé la herida. Luego pasé a otro, y a otro…

Por la noche, el combate se acabó. A la mañana siguiente cayó la nieve. Bajo ella estaban los muertos... Muchos tenían los brazos levantados... hacia el cielo... Pregúnteme: '¿Qué es la felicidad?'. Yo le contestaré... 'Es encontrar entre los caídos a alguien con vida...'

Este pasaje me resulta especialmente revelador, pues me recuerda el conocido aserto del psicoanalista francés Jacques Lacan: "El loco no es solo el mendigo que cree ser un rey, sino el rey que cree ser un rey". Esta idea debe entenderse como una paradoja que resalta el hecho de que no hay nada en la “esencia” de una persona que la haga ser lo que es. Si alguien es rey, se debe a que ocupa ese lugar dentro de un entramado de convenciones sociales que lo colocaron en esa posición.

No hay, pues, nada esencial en Anna que la haga ser diferente a los demás: siente miedo, huye. “Todos echaron a correr”, dice ella; sin embargo, Anna no es como todos. El resto puede huir, esconderse, dejar a los heridos regados en el campo, pero ella no. Ella es diferente, ¿por qué?, pues porque es enfermera. Ella no puede huir como cualquiera. No obstante, parece haberlo olvidado cuando empiezan el bombardeo: empieza a correr como todos. Hasta que mira su bolso sanitario.

Ese bolso opera como un significante que le recuerda cuál es su lugar en el mundo, qué es lo que se espera de ella. Frente a esa interpelación, ella tenía dos opciones: podía negarlo y seguir corriendo (quizás deshacerse de ese bolso, tirarlo lejos para que nadie lo vea) o podía hace suyo el mandato simbólico que el bolso representaba, dejar de sentir miedo, regresar.

Es impresionante comprobar la fuerza que nos puede dar un significante en el momento preciso. Un objeto, un símbolo, una palabra o la foto de un ser querido muchas veces nos recuerdan cuál es nuestro lugar en el mundo y quiénes nos sentimos llamados a ser. Desde luego, un significante también nos puede llevar a actuar de manera ruin: muchas personas que conocieron a Pablo Escobar afirman que el hombre era un visionario brillante; sin embargo, cada vez que alguien le preguntaba por qué no usaba todo ese talento en alguna actividad legal, Escobar solía responder: “porque soy un bandido”.

Pero un significante no solo puede llevarnos a tomar decisiones respecto a nosotros mismos, sino también, y sobretodo, respecto a los otros. Un ejemplo de este punto se puede ver en una de mis películas favoritas: Shrek.

Cuando Burro se harta de los maltratos de Shrek y le reclama por su actitud, se produce el siguiente diálogo:

Donkey: Uh-uh. You know, with you it's always, "me, me, me!" Well, guess what! Now it's my turn! So you just shut up and pay attention! You are mean to me. You insult me and you don't appreciate anything that I do! You're always pushing me around or pushing me away.
Shrek: Oh, yeah? Well, if I treated you so bad, how come you came back?
Donkey: Because that's what friends do! They forgive each other!



Burro y Shrek eran solo dos personajes cuyas vidas se habían cruzado para cumplir un objetivo en común. Shrek no quiere nada de Burro, pero este, tercamente, lo acompaña, lo sigue y no deja de introducir una y otra vez el significante que debería regir la relación entre ambos: “amistad”. Por eso, cuando Burro responde a Shrek diciéndole “porque eso es lo que hacen los amigos”, la amistad ya es una realidad.

Aunque muchas veces lo damos por sentado, a veces, hace falta actuar como Burro. Hace falta hacer explícito el significante que rige la relación entre una o más personas para recordarnos a todos los involucrados cuál es nuestro lugar en el mundo en relación a esas personas, quiénes somos con respecto a ellos o ellas y qué se espera de nosotros. A veces, podemos olvidar el significante que sostiene nuestras relaciones y huimos cuando la situación se pone difícil como Anna Ivánovna Beliái. Sin embargo, cuando el significante aparece y nos recuerda cuál es el orden de las cosas, es importante detenerse, volver atrás con paso decidido y hacer lo que tenemos que hacer, sin miedo.

En una relación de amistad, como en casi cualquier tipo de relación, las cosas pueden tornarse complicadas. Una amistad que dura muchos años es especialmente difícil: algunas personas maduran más rápido que otras, algunas no quieren madurar nunca, otras cambian radicalmente, conocen nuevos amigos, surgen nuevas inquietudes, nuevas metas. Y entonces, pasar tiempo con los viejos amigos, los amigos de toda la vida, se va haciendo cada vez más complicado, la distancia, las obligaciones adquiridas o los ritmos distintos van generando una brecha que muchas veces termina por transformar una amistad íntima y entrañable en una amistad de encuentros esporádicos en los que solo se habla de generalidades y buenos recuerdos.

Las cosas pueden complicarse más todavía si surge un malentendido, un problema, un desencuentro, un disgusto. Entonces, es fácil sentir la tentación de alejarse, de mandar todo los años de amistad por la borda. Sin embargo, si tenemos suerte, y si la amistad vale la pena, surgirá algún pequeño significante que nos hará comprender la real dimensión de las cosas. Y, entonces, seguramente, pensaremos, como Burro, que hay que hacer un pequeño esfuerzo en nombre de un bien mayor, "porque eso es lo que hacen los amigos, los amigos se perdonan”.

A veces, lamentablemente, el significante que nos interpela no nos llega a tiempo. Y no podemos más que imaginar lo que podría haber pasado, pero no pasó. Por ejemplo, imaginarte, amigo Jabito, leyendo esto y diciéndome que te parece la más grande de las ñoñerías y yo, un rosado por haberlo pergeñado.

Descansa en paz, compañero.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

DON DIABLO Y LOS CHURIN CHURIN FUN FLAYS (Frank Carhuancho Pérez)

En su texto “La otredad Lingüística y su impacto en la conquista de las Indias” Beatriz Vitar sostiene que el origen de la expresión “hablar en cristiano” podría tener su origen en el temor a lo desconocido de los primeros misioneros que llegaron a estas tierras: “La incomprensión e inaceptación de los Otros tiñen el primer impacto de los europeos en su encuentro con otras culturas, recurriéndose a la «diabolización» para explicar las diferencias”.  Influidos por las ideas de Eusebio de Cesarea (263-339 EC), los misioneros jesuitas, que oían por vez primera el idioma incomprensible de los naturales de estas tierras, habrían demonizado las lenguas indígenas bajo el supuesto de que Satanás se comunicaba con los hombres mediante sonidos extraños e incomprensibles, que, seguramente, se parecían a los sonidos que escuchaban de los indígenas.

Vitar agrega “En este contexto,  la empresa de vencer las dificultades idiomáticas, asumida con extraordinario celo por los misioneros jesuitas, parece adquirir el carácter de un combate más contra el demonio, causante de la confusión y el desentendimiento entre los hombres al «hablar» por boca de los indígenas mediante un lenguaje ininteligible” (las cursivas son mías).  Por ello, hablar en cristiano significaría, por oposición, hablar con sonidos inteligibles y civilizados que permiten la comunicación y el entendimiento, es decir, hablar en cristiano es hablar en español, la lengua de la evangelización y de la civilización europea. 
Es en este preciso sentido que considero la canción “Churin churin fun flays” como una expresión demoníaca. En tanto es una expresión de sonido extraño e incomprensible. Más aun, es una palabra que significa (según se expresa en la canción que la detalla y explica) “quién sabe”, lo que podría interpretarse de dos maneras.

La primera interpretación supone una identificación entre las dos expresiones, es decir, “Churin churin fun flays” sería otra forma de decir “¡quién sabe!”, lo que implicaría que la persona que responde a una pregunta con la expresión “churin churin fun flays” desconoce la respuesta a la pregunta que le ha sido hecha, pero no desconoce el significado de la expresión que está empleando.

En el capítulo “Blanca Nieves y los siete Churin churin fun flays”, por ejemplo, Blanca Nieves (Florinda Meza) le pregunta al enano Feliz (Edgar Vivar) “¿por qué razón siempre estás contento?” la respuesta es fácil de adivinar: “churin churin fun flays”. Podría interpretarse, en este caso, que Feliz no sabe cuál es la razón de su alegría, de esa sensación placentera de continua satisfacción que lo hace sonreír y hasta soltar carcajadas la mayor parte del tiempo. Por ello, su respuesta podría traducirse por “ni siquiera yo mismo sé cuál es el motivo de mi felicidad”, en otras palabras: “¡quién sabe!”.

Sin embargo, la expresión “churin churin fun flays” tiene otra interpretación que podría calificarse como demoníaca (en el sentido específico que se planteó al inicio: causante de la confusión y el desentendimiento entre los hombres).  Esta interpretación se basa en el hecho de que la canción no estaría estableciendo una equivalencia entre dos expresiones, sino que estaría manifestando su perplejidad frente al significado de “churin churin fun flays”: “Hay unas palabras clave que significan quién sabe”. Es decir, aquella persona que responde a una pregunta con la expresión “churin churin fun flays” no sabe lo que esta expresión significa, pero sabe lo que esta expresión genera: un error en la comunicación.

En el capítulo mencionado, Blanca Nieves pregunta al enano Toth (Rubén Aguirre) “¿dónde guardan los diamantes que sacan de la mina?”, la respuesta de Toth es la misma que la de Feliz. Sin embargo, a diferencia de este último, Toth no quiere decir que no sabe cuál es la respuesta (¿cómo podría no saber dónde guardan los diamantes que ellos mismos sacan de las minas?), su objetivo es evadir la pregunta, provocar un error en la comunicación que impida que la información que se le solicita sea conocida. Su objetivo es, para decirlo en dos palabras, generar confusión.
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Podría cuestionarse esta última interpretación arguyendo que existe la posibilidad - remota, pero real- de que Toth realmente no sepa dónde guardan los diamantes. Sería posible que alguien, que no es él, sea el encargado de esconder los diamantes en un lugar que nadie más conoce. Sin embargo, aun si aceptamos esta posibilidad, la canción que se encuentra en el disco de 1979 “Así cantamos y vacilamos en la vecindad del Chavo” no deja dudas acerca de cuál es el sentido de la expresión “churin churin fun flays”. Veamos solo dos ejemplos de los muchos que se encuentran en el disco: El Chavo pregunta: “Oiga, doña Clotilde, ¿qué se siente tener cara de bruja?”. Por su parte, doña Clotilde pregunta: “Señor Barriga, ¿cuándo va a arreglar la vecindad que se está cayendo de vieja?”.

Desde mi punto de vista, dada la gran variedad de ejemplos presentes en el disco, es evidente que el sentido de la expresión que prima es el segundo. Es decir, no se sabe qué significa “churin churin fun flays”, lo que se sabe es que se usa esta expresión cuando se quiere generar confusión. O, para decirlo en los términos con que empezamos este divertimento: podríamos usar esta expresión cuando querramos ponernos demoníacos.