Con su nominación al Oscar, el debate entorno a “La teta asustada” de Claudia Llosa ha vuelto a alborotar el cotarro. Acusada –una vez más- de ridiculizar la idiosincrasia andina (se la acusó de lo mismo luego del estreno de “Madeinusa”), Claudia Llosa se vio obligada a declarar recientemente: "Una vez que tú pones una cámara delante de algo, esa realidad se transforma, se convierte en algo nuevo. No se pretende retratar la realidad, es una ficción". Aunque lleva mucha razón al separar la realidad de la ficción, hay que señalar que eso no es lo que está en discusión.Recordemos que desde los primeros intentos de Aristóteles por explicar la ficción con sus nociones de “mimesis” y “verosimilitud”, hasta los recientes (ni tanto) “actos de habla” y “actos ilocutivos” del estadounidense Jhon Searle, la filosofía del lenguaje ha avanzado muchísimo en su comprensión de la ficción. Hoy, muchos filósofos del lenguaje -como Searle- consideran que los enunciados de la ficción no remiten a un mundo pre-existente, sino que crean uno en el mismo instante en que lo nombran (Macondo, Lilliput, pero también el Dublín del “Ulises”, etc.). Así, los lugares y entes ficcionales tienen existencia propia, existen en un mundo imaginario cerrado, paralelo al mal llamado mundo “real”. Y si queremos limitarnos al aspecto artístico de tal o cual obra de arte, mal haríamos si intentáramos restarle méritos al hacer una crítica del tipo: “eso no sucedió así” o “tal lugar no es así” porque los mundos ficcionales no recrean un mundo, lo inventan.
Una crítica del tipo “eso no sucedió así”, aunque válida, escapa al ámbito de la obra de arte. Nadie podría argumentar en contra del valor artístico de “Bastardos sin gloria” porque
Lo mismo debiera hacerse con la película protagonizada por Magaly Solier, muchas críticas a la película empantanan la discusión y no llevan a ningún sitio al mezclar distintos tipos de acercamiento. Los buenos críticos de cine no descalificaron a la directora ni le restaron méritos por su visión occidentalizada y liberal (como bien señala el crítico Emilio Bustamante) pues es parte de su libertad creativa.
Aunque está claro que “La teta asutada” es una ficción, está clara también la mirada sardónica con que se presentan la vida y las costumbres de algunos personajes de la película: los planos abiertos con la cámara fija, la mirada distante, fría, ponen al espectador en la posición de un entomólogo que contempla, risueño, una escena estrafalaria. Es innegable y, de hecho, Claudia Llosa no lo niega cuando dice que su película “no pretende retratar la realidad, es una ficción”. Pareciera decir: “sí, lo hice, pero en la ficción”.
La pregunta es obvia: ¿es esto “malo”?: Limitándonos al aspecto artístico de la película y teniendo en cuenta su escritura y su estilo, yo creo que no. Pero hay quien se pregunta si esto es malo para la imagen del país en el extranjero o para el imaginario de una nación que todavía lucha por acabar con la dicotomía costa vs. sierra (sobretodo si tenemos en cuenta que se trata de una película de corte realista [tanto, que la directora ha dedicado su Oso de Oro a las víctimas del terrorismo]).
Este debate –si se da- debe darse en el farragoso ámbito de la ética, sin restarle méritos artísticos a la película y sin escudarse en la impunidad de la ficción.
Quizás convendría terminar recordando a David W. Griffith y su monumental “El nacimiento de una nación”, película tan racista como genial. Su condenable racismo, sin embargo, no le quita ningún mérito artístico y esta película sigue siendo uno de los hitos más importantes en la historia del séptimo arte. Como seguramente lo será “La teta asutada” para el cinenacional.
* Publicado en: Suplemento Cultural "Solo 4". Huancayo, 27 de febrero de 2010.
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