Gracias al libro “Antropología Estructural” de Claude Levi- Strauss, nos es bien conocido el caso de las distintas representaciones que de su sociedad hacen los miembros de la tribu norteamericana “Winnebago”.
Esta tribu se divide en dos subgrupos: “los que vienen de arriba” y “los que vienen de abajo”. Si le pedimos a una persona del primer subgrupo que dibuje un mapa de su comunidad, esta persona dibujará la disposición de las viviendas en forma de dos círculos concéntricos alrededor del templo principal; pero si le pedimos a una persona del segundo grupo que haga lo mismo, ésta dibujará el plano de su comunidad como un solo círculo claramente dividido en dos por una línea divisoria.
Para el antropólogo francés Levi-Strauss, estas dos formas de dibujar el plano de la comunidad representan la presencia de un trauma original que no puede ser interiorizado por los indígenas “Winnebago”. Es decir, lo que cada uno de los distintos planos refleja no sería la disposición física de la comunidad, sino la persistencia de un antagonismo esencial que los indígenas no pueden explicarse ni, por tanto, simbolizar.
Este antagonismo fundamental es lo “real” lacaniano, y no es privativo de la tribu “Winnebago”, sino de todas las formas de vida en sociedad. El antagonismo es inherente a la convivencia humana y para no lidiar con él, los seres humanos creamos lo que el psicoanálisis lacaniano llama “fantasmas”, que vendrían a ser especies de ilusiones o simulacros de la realidad que cubren u ocultan lo “real” de la existencia.
En un brillante ensayo aparecido hace algunos años, el crítico literario Juan Carlos Ubillúz analiza el “fantasma” que recorre la literatura peruana sobre la violencia política, y que habría tenido su momento fundador en el “Informe Uchuracchay”.
Resumamos brutalmente: para poder entender -y, por tanto, relacionarse- con los pobladores “andinos”, la población “criolla” se creó la imagen (el fantasma) de una nación andina cercada, una nación apartada totalmente de la realidad occidental y la tecnología, a la que hay que educar e introducir en el proceso de la modernidad comandada desde la capital. Este “fantasma”, le facilitaría al sujeto “criollo” relacionarse con lo “andino”, en tanto que lo etiqueta y estereotipa, quitándole todo contenido “real”, y estaría presente en novelas como “Lituma en los Andes” de Mario Vargas Llosa y “La hora azul” de Alonso Cuento pero también en “Candela quema luceros” de Félix Huamán Cabrera y “Rosa Cuchillo” de Oscar Colchado.
El fantasma pues, no es privativo de lo dominante o hegemónico, muchas veces es recibido y asimilado por lo subalterno (para mayor información sobre lo subalterno, véase el ensayo "’Dos más por Charlie’: el sujeto subalterno subalternizado” del poeta y literato Pablo Ávila Oré). Y aunque el sujeto subalterno presente el reverso especular del fantasma, esto no le quita su condición de “velo” de la realidad.
Recordamos al crítico Juan Carlos Ubillúz ahora que han vuelto a la televisión peruana personajes como la “Paisana Jacinta” o el “Negro Mama” (por mencionar solamente a dos caricaturas de sujetos subalternos, por cuestiones de espacio no mencionamos otras caricaturas de minorías étnicas, religiosas o sexuales).
Hace poco Jorge Benavides, intentando defenderse de las acusaciones de denigrar a la mujer andina con su personaje la “Paisana Jacinta”, negaba cualquier atisbo de racismo o discriminación en su personaje y se presentaba como una víctima de la censura y la mala voluntad de sus detractores. Pero luego, hablando de la directora Claudia Llosa, y en clara alusión a la actriz Magaly Solier, decía: “Espero que ella me considere en su show porque preparo una puca picante de la p…”.
Digámoslo de una vez: tal vez el señor Benavides no se haya dado cuenta, tal vez su intención sea exactamente la opuesta: rendir un homenaje a la típica serrana que llega a la capital y trata de salir adelante, pero no puede hacerlo sin recurrir a un “fantasma” que no hace sino profundizar las brechas de una nación dividida ¿o alguien cree que Magaly Solier está donde está por preparar puca picante?
Y recordemos que no es él el único caso: sin duda todos tenemos todavía presente el escándalo que tuvo que enfrentar Efraín Aguilar cuando presentó imágenes “prejuiciosas” de la ciudad de Huacho en su serie “Al fondo hay sitio”. Escándalo que lo llevó a pedir disculpas públicas a los pobladores de Huacho y a prometer realizar un capítulo en el que “elogie las bondades del norte chico” (¡!).
Tal vez el talento de Aguilar para “elogiar las bondades del norte chico” deje satisfechos a algunos huachanos y haga que olviden este pequeño “desliz” (que así lo llamó Aguilar). Pero cuánta razón tiene Lacan cuando dice: “El inconsciente está afuera”. Las declaraciones del señor Benavides y el “desliz” de Efraín Aguilar nos lo demuestran.
Pero no se nos malinterprete. No estamos planteando que alguno de estos cómicos denigre intencionalmente a las etnias o grupos que caricaturizan. Todo lo contrario, planteamos que no es su intención denigrarlos, pero lo hacen porque reproducen un “fantasma” que oculta lo “real” de nuestros antagonismos y reproduce nuestros prejuicios y taras para con lo subalterno. Y las primeras víctimas de este “fantasma” son los propios cómicos, pero no lo saben. De ahí que se empeñen tanto en negar cualquier intención discriminatoria.
* Publicado originalmente en: "Cátedra online" el 16 de mayo de 2010
1 comentario:
ah esas brechas de facto..buena referencia..era tan obvio que las disculpas del comico no cuadraban para nada...
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