viernes, 24 de diciembre de 2010

LOS AVATARES DE LA IZQUIERDA SEGÚN CARLOS GENOVESE (Hugo Cordero Flores)

El espectáculo "Misterios profundos y sucesos extraordinarios" de Carlos Genovese consta de cuatro cuentos. El primero de ellos es la narración, en tono jocoso, del día en que los Cuatro Jinetes del Apocalipsis decidieron bajar a la Tierra a anunciar con sus trompetas el fin del mundo. La serie de hilarantes peripecias que pasaron estos cuatro mensajeros incluye la contaminación ambiental que no les permitía distinguir una zona segura donde aterrizar, la contaminación sonora que no dejaba oír sus trompetas y la indiferencia de los transeúntes cuando por fin los mensajeros consiguien hacerse escuchar. A pesar de todo esto, los Jinetes insisten día tras día con las trompetas hasta que, con el paso del tiempo, los transeúntes se detienen a dejarles algo de dinero y los Jinetes terminan convertidos en otro grupo más de los tantos músicos callejeros que trabajan en el centro de la ciudad, distinguiéndose de entre ellos por sus letras de carácter apocalíptico.
El segundo cuento es la, también hilarante, historia de un hombre al que un día se le empezaron a ver los pensamientos revoloteando por sobre su cabeza, lo que le trae muchísimos problemas con sus compañeros de trabajo, con sus amigos y con su esposa, pues dichos pensamientos eran, en ocasiones, "comprometedores". El hombre intenta de todo para poder curarse pero fracasa, entonces decide ir donde un psiquiatra que, al no poder evitar que se le vean los pensamientos, decide solucionar el problema recetándole una pastilla para “no pensar”. Con esta pastilla, el hombre se vuelve una especie de autómata que hace las cosas sin reflexionar pero que siempre causa una impresión positiva en la gente que lo rodea: no se queja, sabe escuchar, hace lo que le piden, luce ‘interesante’, etc.
El tercer cuento cambia radicalmente de tono. Se nos narra una historia trágica sin ningún aviso previo de este cambio de registro, lo que provoca la sorpresa y confusión de gran parte del público que no sabe cómo reaccionar ante distintos pasajes de este cuento, que es es la historia de un travesti que decide matar a su pareja, un anticuario que la engaña con otra. El travesti, luego de asesinar al anticuario y a su nueva amante en un hotel, sube a la torre de una iglesia y se suicida lanzándose desde ahí. El cuentacuentos termina su historia saludando a aquellas personas que mataron y murieron por amor.
Tras estas tres historias, el cuentacuentos se dirige al público y afirma haber sentido una conexión especial con él, por lo que anuncia que su siguiente historia no será un relato ficticio sino una historia real. Empieza su relato en primera persona y afirma que hace poco más de 20 años una amiga suya, muy hermosa, le confesó su amor y le dijo que aunque ella estaba a punto de casarse con otro, si el cuentacuentos le correspondía, ella lo dejaría todo y se quedaría con él. El cuentacuentos (comprometido con otra mujer) rechaza a esta amiga que termina casándose con su pretendiente. Sin embargo, conforme pasan los años, y cada vez que coinciden en algún lugar, esta mujer aprovecha para recordarle que lo sigue amando. El clímax de esta situación llega cuando la mujer se encuentra con el cuentacuentos y le comunica que está esperando un hijo suyo, porque aunque lo concibió con su esposo, ella nunca ha dejado de pensar y de amar al cuentacuentos, ni siquiera en el momento mismo de la concepción del niño. El cuentacuentos, asustado por la obsesión de esta mujer (con la que jamás llegó a tener nada más que una amistad), decide salir huyendo del lugar; la mujer, a pesar de la distancia, le escribirá persistentes cartas en las que le cuenta acerca de “nuestro hijo”. Esta historia termina con la muerte repentina de los padres biológicos del hijo y la búsqueda que hace este hijo (que ya es adolescente) del cuentacuentos para revelarle que él sabe “la verdad”, sabe que su padre no es el que acaba de fallecer sino el cuentacuentos, y la prueba de ello son los diarios de su madre, diarios en que ella narra intensos encuentros amorosos con el cuentacuentos (como si realmente hubiesen sucedido) y hasta el nombre del “verdadero” padre de su hijo. Ante esta situación, decide aceptar aquello que al inicio le había parecido una locura y acoge al hijo. El cuentacuentos termina su presentación y se despide del público confesando que aún hoy vive con este joven que es su inspiración y le recuerda la persistencia y el amor de esa mujer que logró imponerse al final.

Hasta aquí el breve y arbitrario resumen (perdone maestro Genovese) de la presentación a la que tuve oportunidad de asistir en la Alianza Francesa de Miraflores el día jueves 16 de setiembre de 2010, como parte del V Festival Internacional de Narración Oral "Dejame que te cuente". Desde luego, he omitido algunos detalles y he olvidado otros (lamentablemente, el maestro Genovese no suele grabar sus presentaciones). Ahora quisiera intentar un acercamiento teórico a "Misterios profundos y sucesos extraordinarios".

Lo que propongo es leer estos cuatro cuentos como una alegoría de los avatares de la izquierda en el siglo XX, de nuestros problemas y fracasos, pero también de nuestras esperanzas y posibilidades frente al siglo XXI. En este sentido, el primer cuento refleja bastante bien el estado de la cuestión: el escepticismo frente a los grandes metarrelatos (entre ellos el marxismo) propio del advenimiento de la posmodernidad y la omnipresencia del mercado. Este relato pareciera plantearnos que el fin de la historia ha llegado y que no hay forma de luchar contra un sistema que termina absorbiéndolo todo. Sin embargo, cabría recordar a Slavoj Žižek, cuando nos recuerda que los medios de comunicación usan el adjetivo 'imposible' cuando se habla de cambiar el sistema económico o político, pero dejan de usarlo para hablar de viajes al espacio, experimentos con el tiempo o la genética, y el filósofo esloveno se pregunta: "¿realmente es imposible revolucionar el sistema actual y cambiar las reglas del juego?".
El segundo cuento puede leerse como una crítica a la alienación del sujeto. Dice Marx: “La producción produce al hombre no solo como una mercancía, la mercancía humana, al hombre bajo la determinación de una mercancía; lo produce, acorde con esta determinación, en cuanto ser deshumanizado, tanto en lo espiritual como en lo corpóreo. Inmoralidad, malformación, empobrecimiento de los trabajadores y de los capitalistas” (Manuscritos... 124). Recordemos que el protagonista de este cuento empieza a tener problemas en el trabajo y en su vida social cuando sus pensamientos (ofensivos, contradictorios, cuestionadores, etc.) se hacen visibles, es decir, cuando da muestras de tener un criterio propio, de no ser una mercancía más; pero en cuanto dejar de “pensar”, su éxito en el trabajo y en sus relaciones es inmediato. Se trata pues, de una obvia crítica a un sistema que deshumaniza a las personas en la línea expresada por el mismo Marx, cuando dice: “La proposición según la cual el ser humano se ve alienado de su ser genérico, significa, simplemente, que un hombre se ve alienado del otro, así como cada uno de ellos se ve alienado de la esencia humana” (Ibid, 114).
Siguiendo la lectura alegórica planteada, el tercer cuento es una clara alusión a la lucha política con la que la izquierda intentó dar solución a estas iniquidades del sistema. En este sentido, el hecho de que el cuentacuentos salude a quienes murieron y mataron por amor, puede leerse a la luz del último párrafo del “Manifiesto comunista”: “Los comunistas consideran despreciable el ocultar sus opiniones e intenciones. Proclaman abiertamente que sus objetivos tan sólo se pueden alcanzar mediante el derrocamiento violento de todo el orden social preexistente. Que las clases dominantes tiemblen ante una revolución comunista. Los proletarios nada tienen que perder en ella, salvo sus cadenas Y tienen un mundo que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos! (102). Leído a partir de esta cita, el cuento puede entenderse como una alusión al hecho de que la lucha planteada por Marx y Engels es una lucha violenta, pero también es una lucha solidaria (por amor), que buscó mejorar la calidad de vida de toda la humanidad partiendo de los excluidos, en este caso los proletarios. El suicidio del travesti (otro excluido) en el cuento, parece hacer alusión al fracaso de esta lucha armada, o a la inviabilidad de ésta en los tiempos que corren. El cuentacuentos reconoce y saluda a quienes mataron y murieron por amor, pero reconoce también que ese camino ha fracasado, de ahí que no sea el relato con la que termine su espectáculo.
El último cuento debe leerse a partir de las enseñanzas del psicoanalista francés Jacques Lacan, quien introduce el concepto de "Nombre del padre" para designar la función paterna instauradora de la ley, el soporte incuestionable del mundo simbólico del sujeto. Pero este "Nombre del Padre" no es solo prohibitivo, también puede llegar a ser creativo, a este respecto, Juan Carlos Ubillúz dice: “El Nombre-del-Padre no es solamente un No sino también un capaz de generar nuevos valores sociales. Más que una mera prohibición, el Nombre-del-Padre puede funcionar como un , un ‘Sí, esto que no existía, merece existir’” (Nuevos súbditos 20). Retomando nuestra alegoría, tenemos que tras el fracaso de la opción armada, la lucha, ahora, debe ser una lucha pacífica por articularnos de una manera distinta. Si seguimos a Ernesto Laclau y aceptamos que nuestras identidades y nuestra estructura social están construidas de manera discursiva, pues entonces son susceptibles de cambio. Se deduce que el reto de la izquierda, hoy, es plantear una lucha pacífica pero sostenida, terca, que busque conseguir del padre ese “sí” que en un futuro que tal vez no lleguemos a ver, consiga imponerse y articular una sociedad más justa, más humana, progresista y solidaria. Que es posible y urgente, lo subraya el hecho de que este haya sido el único relato que el cuentacuentos presentó como un hecho real.

lunes, 20 de diciembre de 2010

EL ACTO SUBVERSIVO DE FRANCO NAVARRO (Ricardo Contreras Belaúnde)

"Ser honesto en este país ya es ser revolucionario"
Alfonso Barrantes Lingan

El filósofo esloveno Slavoj Žižek, piensa que la cohesión de una comunidad descansa en algo más que en una lengua, un territorio o una cultura compartidas, desancasa también en una forma específica de goce, en una manera particular de relacionarse con la ley y con los otros: "Una nación existe solo mientras su goce específico se siga materializando en un conjunto de prácticas sociales y se transmita mediante los mitos nacionales que la estructuran. Enfatizar en forma 'deconstructivista' que la Nación no es un hecho biológico o transhistórico sino una construcción contingente discursiva, un resultado hiperdeterminado de prácticas textuales, es, por lo tanto engañoso: tal énfasis pasa por alto el riesgo de algo real, un núcleo no discursivo de goce que debe estar presente para que se logre el efecto de consistencia ontológica de la Nación qua entidad discursiva" (Žižek "El acoso de las fantasías").
En esta línea de pensamiento, Gonzalo Portocarreo y Juan Carlos Ubillúz han planteado que el goce que nos cohesiona como peruanos es una forma específica de transgresión: "la criollada", "la viveza", "la pendejada": "Es claro que, en una sociedad como la peruana, donde la ley pública no tiene prestigio, están dadas las condiciones para que la 'desviación' deje de ser excepciónal para convertirse en un comportamiento institucionalizado, en una regla. Entonces la corrupción y el abuso con los débiles se convierten en hechos 'normales', aceptados como naturales e inevitables. Se desarrolla así una tolerancia con la transgresión que socava el orden moral y dificulta cualquier empresa común, pues fragmenta la sociedad en grupos que le dan la espalda a los valores y normas que supuestamente todos estamos obligados a acatar" (Portocarrero "Rostros criollos del mal").
Esta situación nos ubicaría ante una dicotomía que se nos presenta como inevitable: o somos pendejos o somos lornas, el cómico Miguel Barraza lo resume bien cuando dice: "el vivo vive del tonto; y el tonto, de su trabajo". Sin embargo, tal como lo ha señalado Ubillúz, aceptar el juego de ser lorna o ser pendejo es entrar en el juego de la criollada. Por lo que -basándose en la segunda definición de cura analítica planteada por Jacques Lacan- Ubillúz plantea como salida identificarse con el síntoma, con aquello que está mal y que sin embargo permite que la cosas marchen bien: "para pasar de la transgresión a la subversión, es imprescindible asociar el atravesamiento del fantasma con la identificación política, con el excluido del sistema pendejo, es decir, con el lorna" (Ubillúz "Nuevos Súbditos"). Desde luego, identificarse con el lorna no quiere decir convertirnos en sujetos subalternos frente al pendejo y dejarlo actuar con impunidad, pues "el lorna solo es lorna en tanto se esfuerza por pertenecer al grupo de pendejos. Si no se identificase con los ideales del grupo, el lorna permanecería para sus integrantes como un personaje distinto, extraño, indescifrable quizás" (Ibid). Entonces, la única forma de no caer en el juego de la criollada no es plantear ideales "que sirvan como contrapeso a la transgresión" sino identificarnos con el lorna y a partir de ahí devenir en algo diferente, nuevo, en algo que resulte subversivo para la lógica de la "criollada".

Es en este contexto en el que hay que ubicar la decisión de Franco Navarro de no incluir a Gustavo Rodas en el partido en que se disputaba el título nacional entre los equipos de "León de Huánuco" y la "Universidad San Martín".
Navarro sabía que no tenía ningún jugador que pudiera reemplazar a Rodas (de hecho, tenía una de las bancas de suplentes más pobres del campeonato), sabía que era su cuarta oportunidad de salir campeón luego de haber perdido las tres definiciones anteriores, sabía que estaban en juego las ilusiones de miles de hinchas que abarrotaron el estadio para ver a su equipo jugar una final por primera vez en sus más de 60 años de fundación, pero sobretodo, Navarro sabía que estaba habilitado para alinear al jugador que -según algunos comentaristas deportivos y el propio Franco Navarro- es el mejor del campeonato. Pero Navarro sabía también que algo se podría en el fútbol peruano, y que la resolución que permitía a Gustavo Rodas jugar la final era, por lo menos, cuestionable. Decidió no incluirlo.

Ahí radica lo subversivo del acto de Franco Navarro, en no aceptar la lógica de la pendejada que gobierna el fútbol peruano y rechazar la oportunidad de beneficiarse de una controversial resolución. Asumió sobre sí todo el peso de su decisión y optó por no ser pendejo, y es evidente que tampoco es lorna, es algo nuevo, distinto, que nos interpela como hinchas del "León de Huánuco", como peruanos.

Es alentador que, en los últimos días, hayamos sido testigos de actos similares de desprendimiento por parte de dos taxistas: Kevin Arango y Juan Carlos Pardades. Ambos actos son tan o más valiosos que el de Navarro, en tanto que a ellos nadie los ha nominado para el premio fair play de la FIFA, o los ha nombrado "campeones morales", al contrario, Kevin Arango recibió apenas el 0.1% del dinero que devolvío, como recompensa por su acto, y no deja de ser una tremenda ironía de la vida que Juan Carlos Pardades haya rechazado la lógica del pendejo y el lorna frente a, nada menos, que un personaje como Adolfo Chuiman, quien alcanzó la fama encarnando al típico ciollo pendejo: "¿Quién soy yo? ¿Con quién estás?".
No faltarán quienes muestren escepticismo y aduzcan decenas de razones para minimizar los gestos de estas personas; a ellas, habría que recordarles que "identificarse con el síntoma implica desafiar a dos coordenadas subjetivas de la época: primero, a un cinismo que no puedo creer un mensaje que se encuentra más allá de los ojos (o los de la ciencia), y segundo, a una ética perversa que normaliza y legimita el goce que asegura la sujeción del sujeto al mercado" (Ubillúz "Nuevos súbditos").