sábado, 30 de mayo de 2020

LA REVOLUCIÓN DE PASCUALILLO (Willy Gutarrita Pasguato)




La historia, al menos al inicio, no parece muy original: un hombre despechado quisiera gritar “a los cuatro vientos” que no logra olvidar a una mujer, lo que lo lleva a emborracharse continuamente. Centenares, probablemente miles o centenares de miles de canciones han agotado ese tópico hasta el hartazgo. Sin embargo, la canción de Pascualillo introduce un giro que la hace especial.

Luego de los lamentos de rigor, se menciona en la canción un nuevo personaje: la gitana. Ella no está ahí para hacer de contraparte ni para darle consejos amorosos. Es decir, no está ahí para pedirle que luche por su amada como en “Cosas del amor” de Ana Gabriel ni tampoco para animarlo a olvidarla como en “Olvídala” del Binomio de Oro. La gitana aparece, más bien, como un recuerdo del desconsolado hombre que, en medio de sus quejas, rememora el enigmático y contradictorio dictamen de la adivina: “No sufras más”, le habría dicho primero y, luego, habría agregado: “tu vida está marcada para sufrir”.

Esta aparente contradicción es lo que le da cierto interés a la letra de la canción. ¿Qué quiso decir la gitana? ¿es posible no sufrir si mi vida está marcada para ello? Durante mucho tiempo estas preguntas me han generado mucha intriga y, a la vez, atracción. Hoy, propongo una lectura de este estribillo desde la teoría política.

Para poder resolver la paradoja, hace falta entender un concepto: la posición subjetiva. Esta noción hace referencia a la percepción que de mí mismo tengo. Por ejemplo, para el marxismo ortodoxo, la clase social llamada a materializar la revolución era la clase obrera. Sin embargo, pertenecer a la clase obrera era una condición necesaria, pero no suficiente, hacía falta, además, tener conciencia de clase. En otras palabras, un obrero con conciencia de clase, adopta una posición subjetiva que lo lleva a cuestionar el orden de cosas existente; por lo tanto, está listo para iniciar el cambio. Algo que no sucede con un obrero sin conciencia de clase, pues la posición subjetiva del sujeto, en este caso, lo lleva a aceptar y justificar la situación de explotación en la que se encuentra.

Entonces, tenemos dos personas pertenecientes a la misma clase social, pero uno de ellos pertenece al proletariado y el otro no, ¿por qué razón?, dice Žižek: “Marx distinguía entre la clase obrera y el proletariado; la clase obrera es, efectivamente, un grupo social particular, mientras que el proletariado designa una posición subjetiva” (En defensa de causas perdidas, 2008).

Podríamos afirmar, entonces, que la clase obrera es el lugar desde el cual podría surgir, o no, el proletariado. ¿De qué dependerá que lo haga? De la conciencia de clase, de percibir la explotación como algo injusto e inaceptable que, por lo tanto, debe ser abolido. En este punto, es importante recordar la definición de “política” que plantea el filósofo francés Jacques Ranciere: “La política es la colisión entre un mundo que quiere ser y otro que quiere persistir”(El desacuerdo. Política y Filosofía2007). Es en este preciso sentido que, la opción verdaderamente política frente a una situación injusta, legitimada por un sistema inmoral y un orden de cosas insostenible es una revolución.

Es decir, el sujeto se rebela frente a la explotación y entiende que las cosas no van a poder cambiar siguiendo las reglas de juego que el propio sistema ha establecido para legitimar el abuso. El mundo que quiere ser debe imponerse por sobre el que quiere persistir. En ese sentido, podemos decir que el sujeto debe rebelarse frente al papel que el mismo sistema capitalista le ha asignado en la sociedad como si de un destino ineludible se tratara. Solo de esta manera se conseguirá transformar aquello que aparece como necesario y eterno en algo contingente y temporal. "Si sangra, podemos matarlo", diría el mayor Alan Dutch.

Espero que ahora sí esté claro de qué manera podemos entender la admonición de la gitana al protagonista de la canción. Lo que ella le está diciendo es que está atrapado en un orden simbólico que lo condena a sufrir, y mientras él no cambie su posición subjetiva, ese papel de ser sufriente lo arrastrará toda la vida. Entonces, al decirle "no sufras más", lo que le está dando a entender es que debe reinventarse por completo, cuestionar el mismo orden simbólico en el que está atrapado, abolirlo, inventar uno nuevo y, en ese proceso, reinventarse él mismo. En pocas palabras: hacer la maldita revolución.

lunes, 11 de mayo de 2020

¿ÉRAMOS FELICES? (Rosmelio Gutarra Cartolín)

Escribo esta “Carta para Melanín” (aunque ya no es una carta y tampoco va dirigida a Melanín) por los mismos motivos por los que Martín Valverde manifestaba haber compuesto su canción “Sigue”: “a modo de automedicamento”. Es decir, escribo esta “Carta a Melanín” para mí, para convencerme a mí mismo de lo que aquí digo, para no dejarme ganar por la nostalgia o la angustia.

Se suponía que esta carta debía empezar comentado una frase que había leído bastante, sobretodo al inicio de la pandemia, en redes sociales, aquella que dice: “éramos felices, pero no lo sabíamos”. Una expresión que me recordaba a mi película favorita “12 monkeys” (Terry Gilliam, 1995).

Luego, había pensado contarle a Melanín algunas de mis impresiones sobre la película, decirle, por ejemplo, que todavía recuerdo la impresión que me causó, desde la primera vez que la vi, la escena de James Cole (Bruce Willis) -ese viajero del tiempo, vuelto de un futuro distópico- sacando la cabeza por la ventanilla del auto en el que ha secuestrado a la doctora Kathryn Railly (Madeleine Stowe). La imagen me semejaba la de un perro disfrutando el aire fresco desde el carro de su amo; mientras, del otro lado, la doctora Railly lo mira sorprendida, considerando, quizás, la posibilidad de escapar de su secuestrador en ese instante, en que parece poseído por un éxtasis demente.

Hoy, cuando recuerdo esa escena, no puedo más que comprender al personaje, identificarme absolutamente con él. Ese paseo en auto, al aire libre, estaba tan lejano de la realidad de James Cole, casi como lo está ahora de nosotros. ¿Éramos felices y no lo sabíamos?

Pienso que la frase es insidiosa.

Quizás es otra forma de repetir aquél verso de Jorge Manrique: “todo tiempo pasado fue mejor”. Y no olvidemos que lo que en realidad dice Manrique es que la gente piensa que es así, pero no necesariamente lo es: “como, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado / fue mejor”.
En ese sentido (y dado que esta carta tenía por objeto recomendar la lectura un libro) pienso que un producto cultural del que podemos sacar una mejor enseñanza sobre cómo llevar esta cuarentena es “La autopista del sur” de Julio Cortázar (que aparece en el libro “Todos los fuegos el fuego” de 1966). En ese cuento, vemos cómo, cuando algo nos saca de la inercia zombi en la que solemos vivir, no hacemos más que esperar que ese evento pase, se resuelva, desaparezca, se convierta en “un mal recuerdo”, para así poder volver a la “normalidad”. John Lennon habría dicho: “Life is what happens to you while you're busy making other plans” .

¿Éramos felices y no lo sabíamos? Pienso que quizás sí, pero lo insidioso de esa frase reside en que es cierto que esta pandemia y las restricciones que implica representan un momento durísimo para muchas personas; no obstante, aquellas que la reproducen en sus redes sociales, son las afortunadas que, cuando todo esto pase, podrán volver a preguntarse lo mismo sobre estos días.