Luego de los lamentos de
rigor, se menciona en la canción un nuevo personaje: la gitana. Ella no está
ahí para hacer de contraparte ni para darle consejos amorosos. Es decir, no
está ahí para pedirle que luche por su amada como en “Cosas del amor” de Ana Gabriel
ni tampoco para animarlo a olvidarla como en “Olvídala” del Binomio de Oro. La
gitana aparece, más bien, como un recuerdo del desconsolado hombre que, en
medio de sus quejas, rememora el enigmático y contradictorio dictamen de la
adivina: “No sufras más”, le habría dicho primero y, luego, habría agregado:
“tu vida está marcada para sufrir”.
Esta aparente
contradicción es lo que le da cierto interés a la letra de la canción. ¿Qué
quiso decir la gitana? ¿es posible no sufrir si mi vida está marcada para ello?
Durante mucho tiempo estas preguntas me han generado mucha intriga y, a la vez,
atracción. Hoy, propongo una lectura de este estribillo desde la teoría
política.
Para poder resolver la
paradoja, hace falta entender un concepto: la posición subjetiva. Esta noción
hace referencia a la percepción que de mí mismo tengo. Por ejemplo, para el
marxismo ortodoxo, la clase social llamada a materializar la revolución era la
clase obrera. Sin embargo, pertenecer a la clase obrera era una condición
necesaria, pero no suficiente, hacía falta, además, tener conciencia de clase.
En otras palabras, un obrero con conciencia de clase, adopta una posición
subjetiva que lo lleva a cuestionar el orden de cosas existente; por lo tanto,
está listo para iniciar el cambio. Algo que no sucede con un obrero sin
conciencia de clase, pues la posición subjetiva del sujeto, en este caso, lo
lleva a aceptar y justificar la situación de explotación en la que se
encuentra.
Entonces, tenemos dos
personas pertenecientes a la misma clase social, pero uno de ellos pertenece al
proletariado y el otro no, ¿por qué razón?, dice Žižek: “Marx distinguía entre
la clase obrera y el proletariado; la clase obrera es, efectivamente, un grupo
social particular, mientras que el proletariado designa una posición subjetiva”
(En defensa de causas perdidas, 2008).
Podríamos afirmar,
entonces, que la clase obrera es el lugar desde el cual podría surgir, o no, el
proletariado. ¿De qué dependerá que lo haga? De la conciencia de clase, de
percibir la explotación como algo injusto e inaceptable que, por lo tanto, debe
ser abolido. En este punto, es importante recordar la definición de “política”
que plantea el filósofo francés Jacques Ranciere: “La política es la colisión
entre un mundo que quiere ser y otro que quiere persistir”(El desacuerdo. Política y Filosofía2007). Es en este preciso
sentido que, la opción verdaderamente política frente a una situación injusta,
legitimada por un sistema inmoral y un orden de cosas insostenible es una
revolución.
Es decir, el sujeto se
rebela frente a la explotación y entiende que las cosas no van a poder cambiar
siguiendo las reglas de juego que el propio sistema ha establecido para
legitimar el abuso. El mundo que quiere ser debe imponerse por sobre el que quiere persistir. En ese sentido, podemos decir que el sujeto debe rebelarse frente al papel que el mismo sistema capitalista le ha asignado en la sociedad como si de un destino ineludible se tratara. Solo de esta manera se conseguirá transformar aquello que aparece como necesario y eterno en algo contingente y temporal. "Si sangra, podemos matarlo", diría el mayor Alan Dutch.
Espero que ahora sí esté
claro de qué manera podemos entender la admonición de la gitana al protagonista
de la canción. Lo que ella le está diciendo es que está atrapado en un orden
simbólico que lo condena a sufrir, y mientras él no cambie su posición
subjetiva, ese papel de ser sufriente lo arrastrará toda la vida. Entonces, al
decirle "no sufras más", lo que le está dando a entender es que debe reinventarse
por completo, cuestionar el mismo orden simbólico en el que está atrapado,
abolirlo, inventar uno nuevo y, en ese proceso, reinventarse él mismo. En pocas palabras: hacer la maldita revolución.


