domingo, 14 de noviembre de 2021

"NO TENGO DINERO, NI NADA QUE DAR" . UN COMENTARIO A "NARCOS: MÉXICO" (Churcampino Gutarra Guevara)

 

En un artículo publicado el 10 de agosto de 2013, en el diario El Comercio, el sociólogo Gonzalo Portocarrero esboza un “Balance del neoliberalismo”. En este balance, contrapone el aspecto económico y el cultural, siendo este último el menos favorecido. Dice Portocarrero: “El hecho decisivo es que el proyecto neoliberal con su culto al éxito individual, y al consumo, ha debilitado los vínculos sociales, erosionando los valores colectivos que fundamentan la moralidad pública y la vigencia de la ley”.

Tres años después, en el mismo diario, en un artículo titulado “El neoliberalismo en el Perú”, volvía sobre el tema del culto al éxito y decía: “En la época liberal, no había tanta compulsividad y cada uno tenía más autonomía para fijarse sus metas. Pero ahora nos vemos como agentes de un prestigio que tenemos que aumentar”.

Estas reflexiones de Portocarrero se me vienen a la mente luego de terminar de ver la última temporada de “Narcos: México”. Definitivamente, esa entrega cínica de los protagonistas (los narcotraficantes) al goce, la necesidad por acumular riquezas y placeres, la vida como un éxtasis permanente, el lujo, el derroche, etc. ilustran bastante bien las aspiraciones de una sociedad entregada al sentido común neoliberal, que valora como máximas aspiraciones el consumo y el éxito a cualquier precio.

Sin embargo, en la demencial carrera por el éxito, no todos podrán conseguirlo. Por eso, es tan significativa y hermosa la escena en la que Víctor Tapia (Luis Gerardo Méndez) canta el estribillo de la canción de los años 70’s “No tengo dinero” de Juan Gabriel:

Víctor acaba de entregarle a su mujer, Hortencia (Damayanti Quintanar), el dinero que logró robarle a un grupo de delincuentes (luego de un violento enfrentamiento en el que perdió a uno de sus amigos). Mientras su esposa, antes de guardarlos, hace la señal de la cruz con los billetes, Víctor pone la canción y oímos la voz del divo juarense.

Cuando llega el estribillo, la cámara se acerca a Víctor y lo oímos cantar: “No tengo dinero ni nada que dar / lo único que tengo es amor para amar / si así tú me quieres, te puedo querer / pero si no puedes ni modo, qué hacer”. Luego, la toma se abre, vemos a Hortencia aproximarse y bailar con él unos segundos, hasta que Juan Gabriel repite el coro.

En ese momento, Víctor se aparta y la deja bailando sola, la cámara vuelve a acercarse a él y vemos que su rostro cambia, se vuelve torvo, más que cantar, esta vez parece declarar con rabia: “No tengo dinero ni nada que dar…”. Hortencia le habla, pero Víctor ya no la oye, tiene la mirada fija en otro lado y el gesto ausente.

En general, la serie es bastante pesimista: no importa cuántos narcotraficantes sean detenidos o muertos, siempre aparece alguien peor. Mientras tanto, la violencia en México va cobrando ribetes de espanto, como se puede apreciar en las imágenes de los cuerpos que empiezan a aparecer colgados de los puentes o los casos de feminicidios en Ciudad Juárez, que nadie puede explicar ni detener. La lucha de quienes pretenden acabar con el imperio de la droga parece perdida de antemano, porque es una lucha contra el sistema mismo.

La política, tan desprestigiada en tiempos neoliberales, no escapa del pesimismo de la serie. Los políticos, presentados como administradores de lo existente, de las desigualdades, de las injusticias, viven de corrupción y se alimentan de ella. 

La política como creación de lo nuevo, como actividad transformadora de la sociedad, es la gran ausente en toda la serie. El discurso, entonces, se siente monocorde, como si estuviéramos viendo una elegía a una sociedad que ya cumplió su ciclo o una épica de canallas convertidos en nuevos héroes de un mundo que ha perdido toda esperanza.

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