
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” (Lucas 24, 5). Esta es, quizás, la frase más estremecedora que cualquier católico puede oír. Es el inicio de todo, el pilar sobre el que se sostiene nuestra fe.
La oímos durante esta época del año, en que recordamos la pasión y muerte de Cristo en la llamada Semana Santa, o simplemente al leer la Biblia. Pero ¿está reservado este placer únicamente a los católicos? Yo creo que no, pues aún si la Biblia se leyese como un texto literario podría conmover al lector “más ateo” de todos, basta con que tenga un poco de sensibilidad.
Para ceñirnos a los pasajes de la vida de Cristo que recordamos en estos días limitémonos a dos que se refieren a su pasión. Empecemos recordando su entrada triunfal a Jerusalén.
Jesús ingresa a la ciudad montado en un burro “y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! (Mateo 21, 8-9). ¿Por qué tanto alboroto? ¿Por qué Jesús llega a decir que si la multitud se callara las piedras gritarían (Lucas 19,40)?
Recordemos que estamos leyendo la Biblia como un texto literario, así que ciñámonos al texto para responder a esta pregunta. Para esto, volvamos al Antiguo Testamento y nos encontraremos con que el profeta Zacarías había anunciado: “Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9,9).
A la entrada de Jerusalén, Jesús pidió a sus discípulos un burro para entrar montado en él y cumplir así la profecía, sólo así se explica que el pueblo oprimido durante tanto tiempo por el invencible imperio romano enloqueciera al ver entrar al hijo del carpintero. Era él al que tanto habían esperado, el Mesías que los salvaría, y entraba de manera tan humilde que Pablo escribirá más adelante: “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”. (1 Corintios 1,27-28).
Por una cuestión de espacio terminaré aquí para pasar a mencionar un caso más: la negación de Pedro. Ya Cristo había anunciado que Pedro lo habría de negar antes de que cante el gallo (Mateo 26, 34), ¿por qué entonces fue Pedro el que es elegido como la “piedra” sobre la que se fundará la iglesia? ¿Porque le dijo a Jesús que era el hijo de Dios? (Mateo 16, 13-17). Creo que en parte sí, y digo en parte porque debemos tener en cuenta el siguiente pasaje: una vez resucitado Jesús, se les aparece a los apóstoles, cena con ellos y le dice a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió Simón Pedro: Sí Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos” (Juan 21,15) Esta pregunta la repetirá Jesús tres veces (la misma cantidad de veces que Pedro lo negó), esto nos dice mucho: Pedro es el elegido no por ser el mejor de los discípulos, el más valiente o el más inteligente, Cristo sabía que Pedro lo negaría, sabía que se acobardaría, aún así lo eligió, porque fue Pedro el que amó más.
He escogido dos pasajes relativos a estas fechas, la Biblia está llena de ellos y podría seguir interminablemente. Y he intentado limitarme a los simbolismos que contiene el “argumento” del Evangelio, que he intentado leer como si fuera un único libro, no he mencionado para nada la variedad de registros que tiene o sus múltiples estilos, técnicas, etc. que hacen de este libro el “libro de libros”. Estos pasajes me estremecen como lector y, como creyente, me llenan de devoción y esperanza.
La oímos durante esta época del año, en que recordamos la pasión y muerte de Cristo en la llamada Semana Santa, o simplemente al leer la Biblia. Pero ¿está reservado este placer únicamente a los católicos? Yo creo que no, pues aún si la Biblia se leyese como un texto literario podría conmover al lector “más ateo” de todos, basta con que tenga un poco de sensibilidad.
Para ceñirnos a los pasajes de la vida de Cristo que recordamos en estos días limitémonos a dos que se refieren a su pasión. Empecemos recordando su entrada triunfal a Jerusalén.
Jesús ingresa a la ciudad montado en un burro “y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! (Mateo 21, 8-9). ¿Por qué tanto alboroto? ¿Por qué Jesús llega a decir que si la multitud se callara las piedras gritarían (Lucas 19,40)?
Recordemos que estamos leyendo la Biblia como un texto literario, así que ciñámonos al texto para responder a esta pregunta. Para esto, volvamos al Antiguo Testamento y nos encontraremos con que el profeta Zacarías había anunciado: “Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9,9).
A la entrada de Jerusalén, Jesús pidió a sus discípulos un burro para entrar montado en él y cumplir así la profecía, sólo así se explica que el pueblo oprimido durante tanto tiempo por el invencible imperio romano enloqueciera al ver entrar al hijo del carpintero. Era él al que tanto habían esperado, el Mesías que los salvaría, y entraba de manera tan humilde que Pablo escribirá más adelante: “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”. (1 Corintios 1,27-28).
Por una cuestión de espacio terminaré aquí para pasar a mencionar un caso más: la negación de Pedro. Ya Cristo había anunciado que Pedro lo habría de negar antes de que cante el gallo (Mateo 26, 34), ¿por qué entonces fue Pedro el que es elegido como la “piedra” sobre la que se fundará la iglesia? ¿Porque le dijo a Jesús que era el hijo de Dios? (Mateo 16, 13-17). Creo que en parte sí, y digo en parte porque debemos tener en cuenta el siguiente pasaje: una vez resucitado Jesús, se les aparece a los apóstoles, cena con ellos y le dice a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió Simón Pedro: Sí Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos” (Juan 21,15) Esta pregunta la repetirá Jesús tres veces (la misma cantidad de veces que Pedro lo negó), esto nos dice mucho: Pedro es el elegido no por ser el mejor de los discípulos, el más valiente o el más inteligente, Cristo sabía que Pedro lo negaría, sabía que se acobardaría, aún así lo eligió, porque fue Pedro el que amó más.
He escogido dos pasajes relativos a estas fechas, la Biblia está llena de ellos y podría seguir interminablemente. Y he intentado limitarme a los simbolismos que contiene el “argumento” del Evangelio, que he intentado leer como si fuera un único libro, no he mencionado para nada la variedad de registros que tiene o sus múltiples estilos, técnicas, etc. que hacen de este libro el “libro de libros”. Estos pasajes me estremecen como lector y, como creyente, me llenan de devoción y esperanza.
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