
La idea es esta: Romeo y Julieta eran los amantes perfectos, de no haber sido por la ancestral enemistad entre los Montesco y los Capuleto, ellos habrían vivido felices para siempre.
Al menos es lo que podríamos deducir de la canción “Romeo y Julieta (no eran de este planeta)”, del grupo español “Jarabe de Palo”. Pero ¿es realmente ésta la idea subyacente en el drama de William Shakespeare?
Según publica Gonzalo Portocarrero en su blog personal, el amor como ideal que embellece la vida, es un guión gestado en la Atenas del siglo V a. C., como un intento de llenar el vacío entre lo real de la atracción física y un instinto que lo regule. ¿Es acaso la obra más conocida de Shakespeare una adaptación más de este guión?
Personalmente creo que no. Si los señores Capuleto hubieran tenido la frialdad y la lucidez para pensar mejor las cosas, sin duda habrían permitido a su coqueta hija flirtear con el caprichoso y enamoradizo Romeo, ambos adolescentes habrían terminado por aburrirse uno del otro y no habría tragedia.
La anécdota que inspiró al cantautor español Joaquín Sabina a escribir su canción “Pájaros de Portugal” podría ilustrar bien mi punto: dos adolescentes portugueses, cansados de las recriminaciones de sus padres, deciden huir juntos. Luego de algunos días desaparecidos, mientras todo el país los buscaba y sus fotografías aparecían en periódicos y revistas, los enamorados llegaban al mar por primera vez y, al verlo, se decepcionaban terriblemente: les había parecido más bonito cuando lo vieron por televisión. Poco después peleaban por una tontería, cada uno se iba por su lado y del primer teléfono que encontraban llamaban a sus padres a pedir que los recojan. El llanto de los padres fue de felicidad, no hubo sangre, ni suicidios, ni curita alcahuete.
Es bien sabido que los obstáculos no hacen más que avivar una relación amorosa, cuantas más barreras se presenten en el camino de los enamorados, más grande y más hermosa parecerá ante sus ojos, su amor se volverá un “amor imposible” por el que lucharán cada vez con más fuerza y obstinación.
Volviendo a Shakespeare, convendría leerlo teniendo presente una de las más famosas máximas lacanianas: “no hay relación sexual”. Tal como se han preocupado por aclarar los psicoanalistas lacanianos, Lacan no quiere decir con esto que no haya relaciones sexuales, sino que no hay armonía o plenitud en las relaciones entre los sexos. El descubrimiento de la falta de armonía es postergada continuamente en “Romeo y Julieta”, están juntos apenas unos momentos en los cuatro días que dura su romance, incluso cuando fray Lorenzo los une en matrimonio Romeo debe huir pues ha sido desterrado por la muerte de Teobaldo, la separación no hará más que avivar las llamas de su amor. Al no constatar la falta de armonía, cada uno de los amantes depositará en el otro todas sus fantasías (la “cristalización” de la que habla Stendhal en su tratado “Del amor”) y es en nombre de esas fantasías que Romeo beberá el veneno al ver el que supone es el cadáver de Julieta. Al despertar Julieta también se inmolará en nombre de sus fantasías.
Romeo y Julieta no son los amantes perfectos porque nunca tuvieron la oportunidad de estar realmente juntos, de haberlo estado, quizás habrían terminado como los adolescentes portugueses que inspiraron a Sabina: “se veía más bonito en la tele”. Nunca lo sabremos.
Sea como fuere, démosle a Shakespeare el lugar que se merece, no trivialicemos una de sus obras maestras con lecturas simplistas que se dejan llevar por lugares comunes, burdos repetidos por personas que nunca leyeron una línea del autor inglés.
Al menos es lo que podríamos deducir de la canción “Romeo y Julieta (no eran de este planeta)”, del grupo español “Jarabe de Palo”. Pero ¿es realmente ésta la idea subyacente en el drama de William Shakespeare?
Según publica Gonzalo Portocarrero en su blog personal, el amor como ideal que embellece la vida, es un guión gestado en la Atenas del siglo V a. C., como un intento de llenar el vacío entre lo real de la atracción física y un instinto que lo regule. ¿Es acaso la obra más conocida de Shakespeare una adaptación más de este guión?
Personalmente creo que no. Si los señores Capuleto hubieran tenido la frialdad y la lucidez para pensar mejor las cosas, sin duda habrían permitido a su coqueta hija flirtear con el caprichoso y enamoradizo Romeo, ambos adolescentes habrían terminado por aburrirse uno del otro y no habría tragedia.
La anécdota que inspiró al cantautor español Joaquín Sabina a escribir su canción “Pájaros de Portugal” podría ilustrar bien mi punto: dos adolescentes portugueses, cansados de las recriminaciones de sus padres, deciden huir juntos. Luego de algunos días desaparecidos, mientras todo el país los buscaba y sus fotografías aparecían en periódicos y revistas, los enamorados llegaban al mar por primera vez y, al verlo, se decepcionaban terriblemente: les había parecido más bonito cuando lo vieron por televisión. Poco después peleaban por una tontería, cada uno se iba por su lado y del primer teléfono que encontraban llamaban a sus padres a pedir que los recojan. El llanto de los padres fue de felicidad, no hubo sangre, ni suicidios, ni curita alcahuete.
Es bien sabido que los obstáculos no hacen más que avivar una relación amorosa, cuantas más barreras se presenten en el camino de los enamorados, más grande y más hermosa parecerá ante sus ojos, su amor se volverá un “amor imposible” por el que lucharán cada vez con más fuerza y obstinación.
Volviendo a Shakespeare, convendría leerlo teniendo presente una de las más famosas máximas lacanianas: “no hay relación sexual”. Tal como se han preocupado por aclarar los psicoanalistas lacanianos, Lacan no quiere decir con esto que no haya relaciones sexuales, sino que no hay armonía o plenitud en las relaciones entre los sexos. El descubrimiento de la falta de armonía es postergada continuamente en “Romeo y Julieta”, están juntos apenas unos momentos en los cuatro días que dura su romance, incluso cuando fray Lorenzo los une en matrimonio Romeo debe huir pues ha sido desterrado por la muerte de Teobaldo, la separación no hará más que avivar las llamas de su amor. Al no constatar la falta de armonía, cada uno de los amantes depositará en el otro todas sus fantasías (la “cristalización” de la que habla Stendhal en su tratado “Del amor”) y es en nombre de esas fantasías que Romeo beberá el veneno al ver el que supone es el cadáver de Julieta. Al despertar Julieta también se inmolará en nombre de sus fantasías.
Romeo y Julieta no son los amantes perfectos porque nunca tuvieron la oportunidad de estar realmente juntos, de haberlo estado, quizás habrían terminado como los adolescentes portugueses que inspiraron a Sabina: “se veía más bonito en la tele”. Nunca lo sabremos.
Sea como fuere, démosle a Shakespeare el lugar que se merece, no trivialicemos una de sus obras maestras con lecturas simplistas que se dejan llevar por lugares comunes, burdos repetidos por personas que nunca leyeron una línea del autor inglés.
*Publicado originalmente en: Suplemento Cultural "Solo 4". Huancayo, 9 de febrero de 2008.
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