martes, 29 de diciembre de 2009

JORGE NEGRETE CANTA "TEQUILA CON LIMÓN"

Escena de la película "Me he de comer esa tuna" (1945) dirigida por Miguel Zacarías y protagonizada por Jorge Negrete, María Elena Marqués, Enrique Herrera, Amanda del Llano y Antonio Badu.

lunes, 14 de diciembre de 2009

CERVANTES, LA ULTIMA VICTIMA DEL CLUB BILDERBERG (Ricardina Arteaga Cabrera)

Que es mentira que el calentamiento global sea originado por el CO2 que produce la actividad de los seres humanos. Que los OVNIS nos visitan desde hace mucho tiempo. Que los atentados del 11 de septiembre fueron preparados por el propio gobierno de EE.UU. para justificar su “guerra preventiva”. Que Neil Armstrong jamás pisó la luna y que todo fue una falsificación de la NASA.

Estas son solo algunas de las “teorías conspirativas” que más han llamado la atención del público en las últimas décadas. Si algo tienen en común, es que siempre hay alguien muy poderoso y muy oscuro detrás, interesado en que la verdad no salga a la luz, para así poder continuar en el poder o recibir más beneficios económicos.

Sin duda alguna, las llamadas “teorías de conspiración” han sido no solo una fuente inagotable de discusión, sino también motivo de diversos proyectos artísticos que, con mayor o menor éxito, han intentado plantear y difundir pensamientos divergentes muy bien fundamentados (piénsese en la estupenda “JFK” de Oliver Stone, por ejemplo), pero también han servido para lanzar deleznables teorías cuyo único fin es el lucro (Dan Brown es un buen ejemplo de ello).

Al margen de si estas teorías son ciertas o no, considero que son intelectualmente estimulantes y suelen plantear interesantísimos debates que no hacen sino profundizar nuestro conocimiento sobre determinados temas. Recuérdese, por ejemplo, el caso de la polémica que protagonizaran hace algunos años nuestros escritores y que la prensa bautizara como “andinos versus criollos”. Aunque muchos creímos que la teoría de conspiración planteada por los llamados “andinos” no tenía mucho sustento, los argumentos que ambos bandos esgrimieron en los periódicos y la Internet (salvo contadas excepciones de muy bajo nivel) sirvió para poner sobre el tapete temas que veníamos arrastrando desde hacía muchísimo tiempo, como la dificultad de acabar con el centralismo limeño, y el sentimiento de abandono y marginación que este centralismo produce en provincias.

Pero, si bien es cierto que estas teorías son muchas veces intelectualmente estimulantes, hay otras muchas que no tienen ni pies ni cabeza y son lanzadas con el único fin de llamar la atención o de justificar la poca o ninguna acogida que tienen algunas personas o ideas en el mundo intelectual.

Este es sin duda el caso de la teoría conspirativa planteada por el Dr. Manuel Espinoza García, en su conferencia titulada “El pensamiento político del Quijote” presentada el jueves 10 de diciembre en una conocida universidad huancaína. En dicha conferencia, el Dr. Espinoza no hizo una sola cita exacta del libro de Cervantes, se limitó a mencionar de memoria un par de pasajes que luego sacaba totalmente de contexto para justificar una interpretación delirante y sin ningún sustento sólido. Al terminar su “argumentación”, planteó una conspiración para explicar por qué es que lo que él piensa es "el pensamiento político del Quijote" ha sido acallado. En dicha conspiración, estaríamos implicados literatos, críticos literarios, las academias de la lengua de toda Sudamérica, la Real Academia Española y uno de nuestros más oscuros cabecillas sería nada menos que don Mario Vargas Llosa (!!!).

No es nuestra intención restarle méritos -ni mucho menos- a la gran trayectoria intelectual del Dr. Espinoza. Simplemente nos interesa señalar que la literatura, como cualquier otra disciplina de las Humanidades, merece un poco más de respeto y dedicación. Tal vez la impresión tan negativa que nos dejó el Dr. Espinoza se deba, en gran parte, a la poca seriedad con que planteó su trabajo, quiero creer que fue por falta de interés en hacer una interpretación literaria seria, y no porque haya creído que en Huancayo ("tierra de comerciantes") nadie se iba a dar cuenta de que estaba “disparando para cualquier lado”.

Dediquémonos, pues, un poco más, y tengamos más respeto hacia las humanidades, que aunque no son ciencias exactas, sí tienen métodos y reglas que uno debe seguir si desea realizar algún tipo de análisis. Y no nos escudemos en teorías de conspiración para justificar la pobre acogida de trabajos nada serios.

Teorías de conspiración que no hacen sino recordarnos a Ramón Valdéz (don Ramón) diciéndole al Chavo del Ocho: “Yo pude haber sido un cantante de fama, de mucha fama. Pero hubo gente que hizo hasta lo imposible por evitar que yo cantara”. Mientras existan personas que quieran escudarse en teoría de conspiración de este tipo, tendremos que seguir respondiendo, como el Chavo del Ocho a don Ramón: “Sí, el público”.

lunes, 15 de junio de 2009

LA TERCA MODERNIDAD DE SANDRO BOSSIO (Simón Vovito López)*

Cuando una sociedad se dedica a importar sin ningún tipo de espíritu crítico toda clase de postulados teóricos y propuestas estéticas, elevando a rango de “fetiche” cualquier idea extranjera, hay que saludar con entusiasmo el que un intelectual local plantee una lúcida crítica a dichos postulados que, por lo menos, incentiva al debate y al intercambio de ideas.
Este es, sin duda, el caso del libro “Crónicas de amores furtivos” del escritor huancaíno Sandro Bossio Suárez (SBS).
Dado que se ha subrayado el carácter de “antología personal” del libro, me permito discrepar y plantear un hilo conductor en los relatos: las tensiones de la modernidad en el Perú (expresión que tomo prestada del Dr. Victor Vich).
Si aceptamos la idea de que la “modernidad” o, más específicamente, el proyecto político de la modernidad, implica el imperio de la razón en todos los ámbitos de la vida en sociedad y que la democracia activa es el sistema que mejor encarna los postulados modernos. Tenemos que un país moderno es un país con un sistema democrático sólido y que cuenta con la participación masiva y ordenada de su sociedad.
Ahora bien, en las últimas décadas se ha denominado posmodernidad a la corriente de pensamiento que dinamita estos postulados y destrona a la razón como eje universal de las relaciones humanas, planteando que la pretendida “verdad” a la que llega la razón no es más que un efecto producido por una serie de figuras retóricas y discursos de poder (Nietzsche).
Partiendo de estas premisas, cabría hacerse la pregunta de si es adecuado o no hablar de posmodernidad en el Perú. SBS parecer responder negativamente, en tanto que todavía no termina de cuajar el modernismo en este país. Prueba de ello es que el intento de llevar a cabo el proyecto modernista en América Latina ha producido una serie de situaciones traumáticas y choques culturales que “Crónica de amores furtivos” retrata con maestría y profundidad.
De manera explícita, estos conflictos son retratados en los cuentos de corte realista (en el sentido amplio del término), que retratan situaciones traumáticas (“Kassandra”, verbigracia.). Pero también los cuentos de corte fantástico (otra vez, en el sentido amplio del término) retratan los efectos traumáticos que el proyecto modernista trae consigo, produciendo grietas en el espacio-tiempo, juegos de espejos (“Retornos”), o el viejo choque entre civilización y barbarie (“En busca del Paititi”). Nótese que cada uno de los hechos fantásticos narrados en los cuentos es producido por la llegada de la modernidad (directa o indirectamente), por ejemplo, en el excelente cuento “El juego de las equivalencias”, la acción es desencadenada por la construcción de una carretera.
Mención especial merecen los dos cuentos policiales, que el autor relaciona con la llamada “literatura negra”, pero que están mucho más cerca del relato policial clásico, en el que el detective resuelve el crimen siguiendo pistas y apelando a la razón (nada más “moderno”).
Es bastante atrevido sostener una lectura de este tipo en espacio tan reducido (solo la “modernidad” del excelente cuento “Rosas para Sofía”, merecería un ensayo mucho mayor que este pequeño texto que intento esbozar) pero valía la pena el riesgo. Al menos para abrir el debate entorno a un libro que merece mayor atención y, por qué no, como punto de partida de un trabajo mayor.
Saludamos pues, nuevamente, el aporte que este libro hace a la ya clásica dicotomía: modernidad - posmodernidad. Aunque nos permitimos hacerle dos críticas puntuales: el “Exordio” resulta tedioso, predecible e innecesario y la foto del autor en la solapa demasiado manierista (alla maniera de Botticelli, solo le falta la lluvia de flores).

* Publicado en: Suplemento Cultural "Solo 4". Huancayo, 4 de julio de 2009.

lunes, 9 de marzo de 2009

EL CANTO DE CISNE DE CLINT EASTWOOD (Lorenzo Alpaca)

“El cisne es blanco, sin ninguna mancha, y canta dulcemente antes de morir” nos dice Leonardo da Vinci. Con su particular estilo, el poeta español don Luis de Góngora y Argote, nos lo dice así: “Como el blanco cisne / que envuelto en dulce armonía / la dulce vida despide”.
La leyenda de que el cisne presiente su muerte y, momentos antes de fallecer, emite un canto hermosísimo con sus últimas fuerzas, es muy antigua, hay quienes rastrean su nacimiento hasta el poeta Virgilio en la antigua Roma. Su origen, en todo caso, se pierde en la antigüedad y a la mayoría de artistas no parece importarles mucho, así como tampoco parece importarles su veracidad (recordemos que los ornitólogos se han cansado de demostrar que un cisne no canta nunca, y mucho menos cuando está a punto de morir).
Dejando de lado el tema de su origen o de su veracidad, lo cierto es que el llamado “canto del cisne” se ha vuelto un tópico artístico bastante fecundo, inspirando a escritores, pintores, músicos y cineastas.
Es, sin duda, el caso de “Gran Torino”, la última película de Clint Eastwood. Y lo es porque con esta cinta Eastwood (de casi 80 años) se despide de la actuación (no de la dirección).
Aunque al inicio "Gran Torino" podría parecer una parodia de anteriores películas de Eastwood -escenas que parecen sacadas de “Dirty Harry” (“Harry ‘El Sucio’”) nos recuerdan la larga carrera de Eastwood, como si se trataran de flashbacks de los buenos momentos que nos regaló- las escenas de la película con las que me quedo son las finales: Wal Kowalski (Eastwood) parece tener una revelación, una epifanía que hace que por primera vez esté seguro de lo que tiene que hacer, y lo está a pesar de saber las consecuencias de su acto.
A muchos, esta epifanía nos recordó la escena final de “Unforgiven” (“Los imperdonables”) en la que William Munny (Eastwood), gigante y hermoso, entra al pueblo de Big Whiskey en medio de una estremecedora tormenta, acompañado de rayos y truenos que anticipan el catastrófico final que se avecina.
Al igual que en “Unforgiven” , en “Gran Torino”, Kowalski quiere vengar a un amigo y, tal como Munny, se dirige sin titubear a aplicar su propia justicia. La diferencia es que Kowalski no es un personaje que súbitamente cobra ribetes épicos, como Munny; Kowalski es un personaje presentado más bien de manera sombría, y pesimista.
Dado que no es mi intención arruinar a nadie el suspenso, no contaré el final de la película, sólo diré que Eastwood no podía haberse despedido de las pantallas de otra manera. Comparando el final de “Unforgiven” con el de “Gran Torino”, entendemos perfectamente que, como los cisnes, Eastwood nos brinda su canto más hermoso, no tanto por la calidad de la película (que no es una gran película, de hecho, es bastante menor que “Unforgiven”) sino por el simbolismo de ese final. Después de tantos años y tantas películas, no podemos sino sobrecogernos al terminar de ver “Gran Torino”.
Hasta siempre Clint Eastwood, y gracias por todo.

domingo, 8 de marzo de 2009

CRÓNICAS MARXIANAS (José Mier de Cilla)*


Un 14 de marzo, hace ya más de ciento veinte años, moría en Londres Karl Marx, economista, sociólogo, escritor, revolucionario y el filósofo más influyente de todos los tiempos según una encuesta que realizara la radio BBC de Londres el año 2005.
Hoy, tras la crisis financiera del este asiático en 1997, la crisis económica argentina del 2000 y en plena crisis del capitalismo iniciada en EE.UU., convendría recordar al hombre que en 1848 decía: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Lo que no debe hacernos perder de vista (algo que sucede a menudo) la totalidad del pensamiento de Marx, mucho más trascendente y universal. De ahí que el filósofo francés Jacques Derrida -autor de “Espectros de Marx”- haya dicho: “Hay propuestas [de Marx] que no sólo no han muerto sino que siguen abiertas al futuro, así como hay ideas que pertenecen a la tradición”.
“Lo único que sé es que yo no soy marxista” dijo alguna vez Kart Marx en Francia, al ver su pensamiento “cosificado”, empañado y distorsionado por entusiastas seguidores que habrían matado por un poco de la lucidez del maestro. Otros, en cambio, quisieron enterrarlo en 1989, entre los escombros del muro.
No debería, pero hace falta, marcar distancias entre Marx, el pensador, y aquellos seguidores que quisieron plasmar su pensamiento en la realidad a sangre y fuego. En el Perú tenemos dos casos extremos, tenemos a un peruano genial que, desde su silla de ruedas, cambió la historia de latinoamérica interpretando el pensamiento marxista y adecuándolo a nuestra realidad “sin calcos ni copias”; pero tenemos también a un ser oscuro que enlutó al país por varios años y creó un reflejo condicionado en todos los peruanos, el reflejo que nos hace mirar de reojo apenas alguien menciona a Marx, a Mariátegui o al comunismo.
Convendría recordar al filósofo Louis Althusser, quien a través de su obra intentó evitar que el marxismo se volviera una ideología, proponiendo más bien al marxismo como una epistemología. El pensamiento de Marx es una forma de analizar la sociedad, de entenderla y luego cambiarla (“los filósofos hasta ahora se han dedicado a interpretar el mundo en varios sentidos, cuando de lo que se trata es de cambiarlo”). Es eso lo que le debemos a Marx, habernos enseñado una forma de pensar y analizar nuestra sociedad: “Es claro que cualquier ‘retorno a Marx’ será esencialmente un retorno al análisis de Marx del capitalismo y su lugar en la evolución histórica de la humanidad” nos dice el historiador Eric Hobsbawm.
Junto a Darwin y Freud, el pensamiento de Marx nos ilumina con su lucidez y sus teorías se van enriqueciendo con el paso del tiempo. Desde el siglo XIX hasta nuestros días, estos hombres revolucionarios y mordaces son perfectos ejemplos de la labor crítica de un intelectual. Dice Derrida: “Creo que la responsabilidad del pensamiento crítico consiste también en calcular una justa irrupción: debemos decir lo que se cree que no debe decirse”.
A más de ciento veinte años de su muerte, hoy recordamos a Marx parafraseando a Federico García Lorca: tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un pensador tan claro, tan rico de ingenio… yo sólo canto su grandeza con palabras que gimen, y recuerdo el soplo del viento en los olivos.

*Publicado en: Suplemento Cultural "Solo 4". Huancayo, 21 de marzo de 2009.