sábado, 25 de octubre de 2008

¿POR QUÉ LLORAN LOS HOMBRES? (Ricardina Arteaga Cabrera)

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, la ‘dicrología’ es la rama de la medicina encargada de estudiar la secreción lacrimal (podría decirse, el llanto), con este fin la divide en tres tipos: basales, reflejas y emocionales; la dos primeras tienen que ver con procesos físicos relativamente fáciles de explicar, la tercera es más compleja. De hecho, hay quienes, como el profesor Tom Lutz –autor de “El llanto.Historia cultural de las lágrimas”- cuestionan la pertinencia de la medicina para estudiar este tipo de lágrimas: ''la comprensión de las lágrimas no proviene de las ciencias médica y sicológica, sino de innumerables representaciones poéticas, narrativas, dramáticas y cinematográficas de la proclividad humana al llanto", nos dice en su libro.
Como toda manifestación humana, el llanto también tiene una historia, es decir, los motivos que nos llevan al llanto han sufrido cambios a lo largo del tiempo, cambios que implican influencias de la cultura en el que se producen. Desarrollo este punto en una tesis mucho más extensa, por lo que ahora sólo quiero mostrar dos tipos de llanto en dos interesantes novelas, a modo de ejemplo (quisiera advertir que me ocupo únicamente del llanto masculino, el femenino merece un estudio aparte).
El primero de ellos es el de Raskólnikov ante Sonia, al final de “Crimen y castigo” de Fedor Dostoievsky, el narrador nos dice: “Cómo fue aquello ni ellos mismos lo sabían; pero de pronto algo pareció cogerlo a él y echarlo a los pies de ella. Lloraba y abrazaba sus rodillas… Quisieron hablar, pero no les fue posible. Lágrimas había en sus ojos. Ambos estaban pálidos y flacos; pero en aquellos rostros enfermizos y pálidos refulgía ya la aurora de un renovado porvenir, de una plena resurrección a una nueva vida”.
Este llanto de Raskólnikov es la culminación de todas sus peripecias, el término de sus torturas metafísicas, llora porque al fin lo comprende todo, porque comprende que ama a Sonia con todas sus fuerzas y porque a los dos, pese a todo “los resucitaba el amor, el corazón del uno encerraba infinitas fuentes de vida para el corazón del otro”. A Raskólnikov le quedan todavía siente años de prisión en Siberia, pero el amor le hace decir a Sonia: “¡Siete años, sólo siete años!”.
La novela termina, pues, con la típica luz al final del túnel, y la esperanza para la joven pareja, que no será gratuita, claro está, les costará muchos sufrimientos a ambos, pero el camino se les hará más llevadero por el amor y la esperanza. Al fin y al cabo, es posible aspirar a algo mejor, es posible para Raskólnikov redimirse de sus culpas y vivir ‘feliz’.
El otro tipo de llanto sobre el que quisiera llamar la atención es también un llanto producto de una epifanía, y es el de José en “El evangelio según Jesucristo” de José Saramago: al no poder salvarle la vida a un muchacho, José cae de rodillas y estalla en llanto, el narrador nos dice: “se le soltaron de una vez todas las lágrimas que desde hacía trece años venía acumulando, a la espera del día en que pudiera perdonarse a sí mismo o tuviera que enfrentarse con su definitiva condena. Dios no perdona los pecados que manda cometer”. Más adelante agrega: “José estaba llorando sus últimas lágrimas naturales, las del dolor de la vida”.
Estas lágrimas de José no son de esperanza, son más bien de una desgarradora desesperanza por una culpa que no es suya, una culpa que le fue impuesta por Dios y que José nunca pudo rechazar; a diferencia de Raskólnikov, a él la culpa no le viene por algo que haya hecho de manera conciente y libre, la culpa es algo que le ha sido impuesta de manera arbitraria. Y por eso no podrá redimirse nunca, para él no hay esperanza.
Demás está subrayar el brutal contraste entre estos dos llantos. Tal vez cabría apenas mencionar que el de Raskólnikov es todavía un llanto moderno, de fe en la humanidad y en sus posibilidades de salvación por medio de la voluntad y la razón. El de José en cambio, es un llanto que podríamos llamar posmoderno, el llanto de una humanidad que ha perdido la fe en el futuro y no sabe a dónde va, ni mucho menos por qué va.

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